martes, 27 de mayo de 2008

Los Días más Felices de mi Vida


Los Días más Felices de mi Vida


Una vez viví en un paraíso,
en el verdadero Paraíso de mi vida.
Estaba solo en el mundo, nada me perturbaba.
No había nada de lo que hay ahora… preciado Nirvana.

Pero cuando murieron y renacieron
miles de soles y centenares de lunas…
un día, no recuerdo cual,
perdí a mi Gran Jardín por completo.

¿Mordí una extraña
manzana
o abrí la caja de
Pandora?
No sé si el mundo es
redondo o plano,
pero en ese momento
descubrí el mundo.

La Ciudad, gris, fría y lúgubre,
seria, correcta, social, moral y religiosa,
comenzó a invadir mi Edén;
caían los antiguos árboles,
morían los inocentes animales.
El arco iris de mi alegre Cielo
se convirtió en la triste y pesada cruz
donde descansaría.

Entonces, conocí a los constructores
de los muros de la soberbia Ciudad:
los correctos, ¡esos sí que son buenos!,
son el paradigma de habitantes:
nariz de cerdos intolerantes,
tienen el cuerpo de pavo real y alma de pavo,
y frentes tan anchas como un centavo.
eso sí, sus dedos índices son de acero
y los pies firmes como barro de estercolero.
Sus lenguas son espadas de gran filo,
tienen la pequeña boca de un cocodrilo.
Sus corazones son tan duros como un ladrillo
y sus cráneos, tan jueces como un martillo.

Ellos son los que llevan el disfraz de
padres,
maestros,
hermanos,
malos amigos,
sacerdotes,
ancianos…
Todos están perdidos en el inútil laberinto
que construyeron sus padres
y los padres de sus padres,
en sus mentes graves,
gravemente llenas,
gravemente llenas de nada

¡Aleluya!, ¡este es el pueblo elegido de Dios!.

Y comiendo del Árbol del Conocimiento
del Bien y del Mal de ellos,
perdí mi inefable paraíso;
y hoy cuando odio siento tristeza
y cuando amo siento culpa.
Antes era feliz con las pequeñas cosas,
con cosas cercanas, concretas, reales, posibles.
Hoy mis mil deseos son neciamente ambiciosos,
lejanos, abstractos, irreales, platónicos, imposibles.

¡Tan poco duró mi Paraíso!,
¡tan poco!...

Hoy me doy cuenta de todo lo que perdí,
de todo lo que había en mi interior…
Cuando la inocencia coronaba mi frente
y la pureza anidaba en mi corazón.
Cuando los duendes y las hadas de la fantasía
correteaban con mi alada Imaginación…
hoy los ángeles y los demonios de la moral
me dicen: “eso está bien, eso está mal”
Hoy me doy cuenta de todas las cosas que perdí
cuando los sueños de amor
no se desvanecían junto al horizonte.
Vivían en mí, conmigo,
no eran un espejismo en el desierto.

Jamás podré volver a verte,
Paraíso de mi infancia.
Jamás podré volver a vivir
los días más felices de mi vida.

Elio G.